Crítica de “Black is Beltza II: Ainhoa”, de Fermín Muguruza
Calificación: ⭐⭐⭐
Esta segunda entrega de la saga animada propone una continuación, ampliación y profundización de los tópicos que Muguruza abordó en el film original de 2018.
Black is Beltza II: Ainhoa (España/2022). Dirección: Fermín Muguruza. Guion: Fermín Muguruza, Isa Campo y Harkaitz Cano, sobre el cómic homónimo. Con las voces de Itziar Ituño, Ariadna Gil, Antonio de la Torre, Darko Peric, Ximun Fuchs y María Cruickshank. Música: Maite Arrotajauregi. Edición: Dani Urdiales. Sonido: Víctor Sánchez, Haritz Lete y Xanti Salvador. Distribuidora: 3C Films Group. Duración: 86 minutos. Apta para mayores de 18 años. En el Cine Gaumont (Rivadavia 1635), a las 18.15 y 22.
Fermín Muguruza es una de las figuras más influyentes del panorama musical vasco, un artista de impronta contestataria que ha permeado las canciones tanto de su etapa como vocalista de la míticas bandas de punk rock, ska y reggae Kortatu y Negu Gorriak como de su era como solista. En 2009 quiso pegar el salto a la dirección con un proyecto que, sin embargo, terminó siendo un cómic llamado Black is Beltza. Recién en 2018 logró adaptar las viñetas al cine con la película homónima, cuya secuela se estrenó en el reciente Festival de San Sebastián y ahora llega a la cartelera argentina.
La película de 2018 (disponible en Netflix) seguía a un joven vasco llamado Manex que durante la década de 1960 se embarcaba en un viaje que lo llevaba a presenciar los hechos históricos más destacados de la época, desde los múltiples disturbios raciales en Estados Unidos hasta la irrupción del movimiento hippie, pasando por las tensiones de la Guerra Fría y la oposición al franquismo en España.
La protagonista de Black is Beltza II: Ainhoa no es otra que la hija de aquel joven, una chica cubana –cuya madre fue asesinada por un grupo parapolicial– que viaja al País Vasco para indagar en sus orígenes, con la idea también de hacer una parada en Beirut para visitar a un grupo de conocidos. Pero apenas pisa Europa conoce a una periodista que, atendiendo al talento para la fotografía de Ainhoa, termina contratándola para un viaje que, como el de su padre, la llevará a toparse con una realidad salvaje de un mundo en crisis.
Estructurada a la manera de una película de espías internacionales y narcotraficantes, con el consumo de drogas haciendo estragos en el País Vasco y las acciones de la ETA como marco político-social, Black is Beltza II: Ainhoa retoma la senda de la primera entrega aumentando la dosis de violencia, sexo y desencanto, no sin descuidar una faceta abiertamente militante que hace que su protagonista sea parte de los movimientos sociales de Medio Oriente y los temblores generados por el inminente colapso de la URSS.
El resultado es, entonces, una película militante incendiaria y provocadora, un viaje al ideario de un artista multifacético con un apetito insaciable por plasmar su visión del mundo en pantalla.